lunes, 6 de junio de 2011

Sibaritas cubanos y placeres dominicanos


Desde la ventanilla del auto el Conde lo observo y sintio la invasion inconfundible de la nostalgia. Verlo fumar, en la soledad apacible del portal, relajado, al parecer satisfecho, era un espectaculo que jamas soño que tuviera oportunidad de disfrutar. En los diez años trabajados a las ordenes de aquel hombre, recio y con don de mando, el por aquella epoca teniente investigador Mario Conde habia visto crecer un afecto especial, mezcla exquisita de diferencias y afinidades, por el hombre del tabaco que, sin contemplarlo demasiado, lo habia hecho beneficiario de su abultada experiencia policial, de las claves de su etica incorruptible y del mas esquivo beneficio de su confianza y de su celosa amistad. Por eso, cuando un equipo de Investigaciones Internas, revestido de facultades policiales y politicas ilimitadas, dictamina que las capacidades de aquel hombre habian mermado y decidieron desmovilizarlo de la polida por el procedimiento de adelantarle la jubilacion, el Conde se habia lanzado al
vacio tras el, en un acto de flagrante solidaridad, y entrego su renuncia, arriesgandose con su actitud a ser considerado sospechoso de alguno de los actos de corrupcion, indolencia y prevaricacion que les habia costado sus puestos y hasta condenas carcelarias a varios investigadores y, por simple responsabilidad vertical, habian puesto punto final al mandato del hasta ese dia impoluto mayor Antonio Rangel.
-El jefe de ahora, ~es mejor que el Viejo? -al fin hablo el Conde, volviendose hacia Manolo, sentado tras el timon.
-Nunca va a haber otro como el. Sobre todo para ti.
-Eso es verdad -dijo el Conde y abrio la portezuela del auto, dispuesto a realizar otro encuentro con su pasado.
Cuando Rangel los vio acercarse se puso de pie. A sus setenta anos conservaba el pecho voluminoso, el vientre liso y los brazos fornidos que siempre cultivo y exhibio con orgullo.
-No lo puedo creer -dijo y sonrio, con el tabaco entre sus labios.
Conde comprobo como la vejez y la distancia de las funciones de mando habian alterado las actitudes de Rangel, cuando se aproximo a ellos dispuesto al abrazo. ~Se habria ablandado el hombre de hierro?
-Huele bien ese tabaco. ~de donde lo sacaste? -quiso saber el Conde.
-Cuando mi mujer haga el cafe te voy a regalar uno... Tengo ahi dos cajas de Leon Jimenes recien llegadas de Santo Domingo. Ya sabes, mi amigo Fredy Ginebra. Y me mando un ron Brugal que esta...
-Eso se llama tener buenos amigos -admitió el Conde-.

La neblina del ayer 
Leonardo Padura

0 comentarios:

Publicar un comentario